Clarice Lispector.-Queridas mías (Siruela) Las cartas privadas de la escritora judía nacida en Ucrania y criada en Brasil a sus hermanas Tania y Elisa. Lispector ahora ha sido «recuperada» con diversas reediciones y biografías.
No he hecho nada exactamente, sólo he llevado una vida exteriormente tranquila e interiormente ocupada, si es que se puede decir así. No he visto a nadie y acaba por no hacerme falta. También es todo o nada; o en Nápoles una vida donde en ningún momento se respirada sola, o aquí, donde se respira incluso sola… Pero estoy contenta, Suiza es sólida y cuando uno abre los ojos por la mañana sabe que está allí donde la ha dejado. No tiene un carácter de tierra magnánima como Italia, por ejemplo, o Francia, donde las cosas son tan espontáneas y variadas que acaban creando un ambiente de cierta confusión; aquí cada cosa tiene su sitio, hay silencio y dignidad. (Pag. 149)
Laura Freixas acaba de publicar Ladrona de rosas, Clarice Lispector: una genialidad insoportable. (La esfera de los libros).
Me’n recordo. Joe Brainard (L´Avenç). Cartografía, no del poder, si no de la memoria cotidiana. Sucesión de recuerdos, desde el más banal al más trascendente.
Recordo prendre el sol una estona, tornar dins i llavors, durant una estona, vereu-ho tot en negatiu. (Pag. 134.)
Recordo que, quan plovia, la gent corria sota la pluja fent ganyotes. (Pag. 112)
El año del pensamiento mágico. Joan Didion (Global rhythm)
La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida que conoces se acaba.
Hace nueve meses y cinco días, aproximadamente a las nueve de la noche del 30 de diciembre de 2003, mi marido, John Gregory Dunne, en la mesa del salón de nuestro apartamento de Nueva York en la que acabábamos de sentarnos a cenar, sufrió aparentemente –o realmente– un repentino y severo ataque al corazón que le causó la muerte. Nuestra única hija, Quintana, llevaba cinco noches en la Singer División Beth Israel Medical Center… (Pag. 14)
Los pícaros y los canallas van al cielo. Elizabeth Smart (Periférica) Según el Daily Telegraph es la prosa de una mujer fuerte que ha sido herida. La autora de En Grand Central Station me senté y lloré nos regala poderosas imágenes, frases cortas y descripciones más cortas e implacables. Incluso se lee lo que no dice.
Érase una mujer que era como todas las mujeres. Y se casó con un hombre que era como todos los hombres. Y tuvieron unos hijos que eran como todos los hijos. Y no paraba de llover. (Pag. 103)
Lluís Magrinyà.- Habitación doble (Anagrama). ¿Todo está relacionado? Buena prosa, con brillos que dejan huella. La realidad y sus asombrosos descosidos.
La intervención de la memoria, con sus imperiosas aunque revocables disposiciones, es importante en la tarea de reconstrucción,pero también lo son –y mucho- las nuevas cosas que están ocurriendo cuando se está escribiendo y que muy probablemente no ocurrían cuando las cosas de las que se escribe estaban sucediendo. (Pag. 15)
El hombre sentado en el pasillo / El mal de la muerte. Marguerite Duras. (Tusquets). Leo en el último Vogue París una frase mítica de la Duras, en 1993: «estuve siete años en el PC y me gustan los diamantes». Dos cuentos para disfrutar de la frialdad y los gemidos de perfección de estas dos obras breves y violetas.
Autobiografía sin vida. Félix de Azúa (Mondadori). Itinerario por la Verdad enredada entre las pelucas de la Revolución francesa, la vida corriente y polvorienta transformada en obra de arte en la Holanda del XVII, el arte sagrado de Bataille; de Hanna & Barbera a Murillo, los Rothkos de la Tate Modern, de Rembrandt a Rimbaud… Un libro diferente, que se presenta entre la meditación, el relato y la elegía.
Así se suele entrar a la poesía, jugando cándidamente con las palabras, esos seres vivos que nos procuran y hacen de nosotros lo que quieren porque construyen una armadura interior a la que llamamos «pensamiento» y se superpone a cuanto somos (o hemos sido) para siempre jamás. En el juego de la poesía extendemos las manos verbales y tanteamos las murallas de la fortaleza lingüística. ¿Tendrá grietas, agujeros, ventanas, puertas? ¿La habita alguien? Placer de escalar por los nombres, transitar por los pasillos verbales, abrir y cerrar los pronombres, descubrir los salones ocupados por vanidosos adjetivos y recoletos armarios repletos de deícticos.
Y una canción, C´est si bon: voz, Chet Baker, saxo: Rob Kyle, piano: Frank Strazzeri, Contrabajo: John Leftwich.
Me encanta la frase de Duras. Me encantan tus libros. Yo estoy con Grossman y su vida y destino, un poco denso, y con Cheever. Pero en la mesita de luz tengo aguardando a cannery row de steinbeck, ese pequeño librito, en inglés para practicar mi ignorancia, y leche materna de edward st aubyn.
Niente piú.
Martín
Me quedo con la canción. Besitos