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Clarividencias

Escribir en los días de bruma donde el sol cae como una escueta acuarela. O con las palmeras y el huevo rojo en el horizonte, decolorando la tarde en rosa, el mar aún cian, la vida sin negruras. Escribir en los días de viento, cuando el levante es una azada que balancea el paisaje silbando como si fuera dios, consciente de sus latigazos entre la belleza y el extravío.

Soñamos la vida, lo que queremos que sea, como si la arcilla para moldearla fuera ilimitada, pero luego resulta que no somos ni tan creativos, ni tan audaces, ni tan afortunados, para conseguirlo. Y nos quedamos con lo puesto, eso sí, aderezado con un educado instinto de superación y una pizca de clarividencia —según Sue Kaufman, el síntoma más evidente de los esquizofrénicos paranoicos—. Acertar, predecir, intuir con los ojos abiertos. La hegemonía del pensamiento mágico. La gente sigue pensando que los precios de las casas volverán a subir, como si se tratara de una ley natural o de los sueños de José el egipcio. Pero los economistas del New York Times aseguran que la vivienda ha dejado de ser un medio para ganar de dinero, y que de nuevo se ha replegado en su propia etimología. Qué más querríamos, que una vivienda sirva para vivir.

Hoy ha amanecido con bruma. El mar se ha librado de su fulgor, de sus turquesas y azules tinta. También es noticia, el subtexto de los periódicos: con bruma, pero amaneció. Así pues, rescribiremos hacia delante y hacia atrás. Cuatro letras.

Publicado en Mi Smythson

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